martes, 15 de enero de 2013

Presentación de Carcelariamente: texto de Juan Terradillos


Carcelariamente…

El título del libro colectivo que hoy presentamos nos remite al mundo penitenciario. A los espacios intramuros. A los rastrillos que separan el interior del exterior, a nosotros de los otros.

Esa cesura insalvable entre lo intra-carcelario y lo extra-carcelario, nos plantea la ineludible cuestión: ¿Quién está dentro y quién fuera?

Hace pocas fechas, un asalariado del Partido Popular ha sido condenado a cuatro años de prisión por el homicidio imprudente de dos ciudadanos cubanos. En España, la pena podría haber sido superior. Sin embargo, una conocida dirigente del mismo partido, proclama a los cuatro vientos la injusticia de la sentencia, a la vez que hace gala de profunda ignorancia, cuando dice que la causación de muertes en un accidente de tráfico no doloso en España no es delito. Hay que lograr, por tanto, la excarcelación de inmediato. Con inusitada presteza ya lo han conseguido.

¿Se trata de la dirigente del mismo partido político que ha entregado en el Parlamento un proyecto de reforma penal que va a suponer un incremento escandaloso de la población carcelaria? ¿El proyecto que prevé pena de cárcel para el hurto de cualquier cuantía?. ¿O para el inmigrante que vende en la calle Columela “cedes” que, de no estar trucados, nadie compraría?. ¿Se trata de la dirigente que apoya un proyecto de Código Penal que introduce la reclusión perpetua?

¿Dónde radica la razón en cuyo nombre se puede estar clamando por la ampliación y profundización de la cárcel y, simultáneamente, por la excarcelación de una determinada categoría de delincuentes?.

Tomamos prestada la respuesta a EDUARDO GALEANO: “Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste a la ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo. El malevaje financiero secuestra países y los cocina si no pagan el rescate: si se compara, cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula bajo el sol. La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas. Los asaltantes, al acecho en las esquinas, pegan zarpazos que son la versión artesanal de los golpes de fortuna asestados por los grandes especuladores que desvalijan multitudes por computadora. Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los derechos humanos, jamás van presos. Ellos –concluye GALEANO- tienen las llaves de las cárceles”.

Ahí está el quid de la cuestión: alguien tiene las llaves de la prisión, y decide cómo y cuándo las usa. Nunca para encarcelar a los suyos; siempre para encarcelar a los otros.

En la sociedad de los recortes, en la sociedad que ha acabado con el Estado social y que multiplica diariamente el número de pobres, condenados además a ser cada vez más pobres, está claro quiénes son los otros. Los que no tienen trabajo ni lo tendrán; los condenados a vivir robando o milagreando. De nuevo GALEANO nos lo explica: “ Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos”.

Por eso la cárcel es el paradigma y la culminación de la desigualdad. Todos sabemos que contamos con sanciones alternativas a la prisión, que permiten un alto grado de control social sin privar necesariamente de libertad. Y, sin embargo, no se recurre a estas alternativas. El magno edificio carcelario que sacraliza la división entre buenos y malos tiene que brillar resplandeciente cada día, para reforzar los cimientos de la hipocresía. Y del poder.

Las deudas han de ser pagadas, se nos dice para justificar desahucios inhumanos. También se nos dice “el que la hace, la paga”, para justificar la obscenidad de la prisión. Lo que nadie nos dice es dónde está el germen de la iniquidad, donde están las causas últimas de la deuda del menesteroso o de la delincuencia del marginal; donde se esconde el que realmente, el que originariamente, la hace. Porque ese es el que debe pagarla. Pero no lo busquéis en la cárcel. Es el dueño de las llaves. Y, una vez enjaulado el peligro, las tira.

Como recuerda otro clásico en la materia, LOÏC WACQUANT, criminalizan la miseria los mismos que la crearon. Los thinks tanks neoyorquinos y, con ellos, sus clónicos europeos, conservadores o socialdemócratas, reclaman, para el desarrollo de sus estrategias económicas, menos Estado –si ya no es necesario, si ya no queda-, y simultáneamente glorifican al Estado penal. Ya lo había adelantado MICHEL FOUCAULT: este nuevo "gobierno" mundial de la inseguridad social se apoya, por un lado, en la disciplina del mercado laboral, descalificado y desregulado y, por el otro, en un aparato penal invasor y omnipresente.

Malos tiempos, pues, para la lírica. Malos tiempos para un acercamiento crítico a lo carcelario, cada vez más reducido a brutal instrumento inocuizador. Es decir, a instrumento destructor, incompatible con la idea de dignidad de la persona.

Malos tiempos. Pero ya nos advirtió BERTOLT BRECHT, que también se cantará sobre los tiempos oscuros.

Juan Terradillos es Catedrático de Derecho Penal, colaborador del Proyecto AyC y epiloguista de todas las publicaciones de la colección. Con este texto presentó Carcelariamente el pasado 11 de enero en Cádiz. Agradecemos que  nos lo  haya cedido  para su publicación en el blog.